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El príncipe intocable

No invitarlo a la Casa Blanca ni aceptarle llamadas. Ese es el simbólico “castigo” que recibirá el príncipe Mohammed bin Salman, el elegido para suceder en el trono de Arabia Saudita al rey Salman bin Abdulaziz, padre de Mohammed.

El pequeño desaire demuestra que el príncipe, más conocido por sus siglas MBS, acaba de salirse nuevamente con la suya ante un horrendo crimen del que se le acusa sin que haya ninguna sanción, castigo o alguna medida unilateral en su contra, y mucho menos una investigación oficial para presentarle cargos.

El reciente informe de los servicios inteligencia de Estados Unidos divulgado por el gobierno de Joe Biden, y que el expresidente Donald Trump se rehusó a publicar, ratifica lo que ya era un secreto a voces: el príncipe Mohammed bin Salman ordenó el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi.

Informe desclasificado de la CIA donde se incrimina al príncipe bin Salman https://bit.ly/3vsA9on

El escuadrón de la muerte

El crimen ocurrió de una manera atroz y con la total participación de agentes del Estado saudita, asesores cercanos del príncipe heredero, miembros de la guardia real y del Escuadrón Tigre, las fuerzas especiales que responden directamente a MBS.

Jamal murió literalmente por amor. Había conocido a Hatice Cengiz en Turquía, adonde viajaba con frecuencia para asistir a charlas y dictar conferencias políticas. Hatice, una estudiante de maestría en la Universidad de Estambul, asistió a una de las conferencias de Jamal, y al finalizar se le acercó para hacerle una pregunta. Era mayo de 2018. Ella tenía 36 años y él 59.  

Quedaron en contacto y al poco tiempo comenzaron una relación amorosa que los llevó a comprometerse para casarse. Pero había un problema: Jamal necesitaba una certificación del divorcio de su matrimonio anterior, y para obtenerlo acudió a finales de septiembre de 2018 al Consulado de Arabia Saudita en Estambul. Los funcionarios le dijeron que el documento estaría listo el 2 de octubre.  

Ese día llegó. Su prometida lo esperó afuera del consulado. Era aproximadamente la 1:00 de la tarde. A pesar de que en la primera cita lo trataron bien y lo invitaron a regresar a Arabia Saudita, Jamal desconfiaba. Ese 2 de octubre le advirtió a su prometida que si llegaba a pasarle algo, debía contactar a Yasin Aktay, un colaborador cercano al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y a la asociación que agrupa a los medios turcos.

Transcurrieron tres horas y Hatice angustiada se acercó a preguntar por Jamal. Los funcionarios del consulado le respondieron que su prometido ya había salido por la puerta de atrás de la sede diplomática. Hatice no se movió del lugar y lo esperó 12 horas, pero nunca llegó.

Con las primeras pesquisas del gobierno turco y la movilización de los medios de comunicación, comenzando por The Washington Post, la noticia sobre la desaparición de Khashoggi le dio la vuelta al mundo.

Las autoridades sauditas, incluyendo el propio príncipe, insistieron a los medios que Jamal estaba desaparecido, que había salido del consulado, mientras que las autoridades turcas aseguraban que el periodista nunca abandonó la sede diplomática. 

Pero la monarquía no contaba con la eficiencia de los agentes de inteligencia del gobierno de Turquía. Ellos tenían intervenido el consulado saudita con equipo de espionaje y mantenían una férrea vigilancia sobre las cámaras de circuito cerrado del lugar, aparte de las cámaras instaladas a lo largo y ancho de la ciudad de Estambul, que habían sido reforzadas luego del fallido golpe de Estado contra Tayyip Erdogan en 2016.

Informe de la Agencia Anadolu sobre el asesinato de Jamal Khashoggi https://bit.ly/2Q96qRh

Tras la investigación de las autoridades turcas, se determinó que entre el 1° de octubre y el 2 de octubre de 2018 habían arribado a Estambul 15 agentes del gobierno saudita, plenamente identificados con nombres y apellidos, entre quienes figuraban miembros de la guardia real, de las fuerzas especiales pertenecientes al Escuadrón Tigre, de los servicios de inteligencia y el director del Instituto Forense de Arabia Saudita, Salah Muhammed Al Tubaigy. Seis aterrizaron en vuelos comerciales provenientes de Riad y los nueve restantes lo hicieron en un jet privado.

La planificación del crimen recayó en Saud Al Quahtani, consejero de la corte real, y Ahmed Al Asiri, subjefe de los servicios de inteligencia, ambos muy cercanos al príncipe bin Salman. Ellos actuaron con meticulosa premeditación. El día de la cita, el cónsul reunió a su personal en un salón y les dio permiso para que salieran más temprano. El Escuadrón Tigre rompió las cámaras de seguridad al interior del consulado antes de la llegada de Khashoggi. 

Con base en las conversaciones captadas por los equipos de espionaje instalados en el consulado saudita, Jamal Khashoggi fue drogado y estrangulado casi ocho minutos después de su llegada. Descuartizaron su cuerpo dentro de la sede consular, y sus restos nunca fueron ubicados.

Las cámaras de televisión en las cercanías del consulado captaron a una persona que se hizo pasar por Khashoggi. Se había vestido con su ropa, pero no se había puesto sus zapatos. Las imágenes dejaron en evidencia al impostor como parte del operativo para encubrir el asesinato.

En medio del escándalo y la presión mundial, el gobierno saudita autorizó a los investigadores turcos ingresar a su consulado en Estambul, donde encontraron rastros de sangre y evidencia que corroboraba el asesinato de Khasshoggi al interior de la sede diplomática.

El 20 de octubre de 2018, Riad confirmó que Jamal había muerto en el consulado, producto de un “trágico accidente” después de una discusión con los funcionarios consulares, quienes se “extralimitaron y desobedecieron” las órdenes para persuadir al periodista de que regresara a su país.

El linaje de Khashoggi

Jamal era un periodista leal a la monarquía saudí. Provenía de una familia de clase alta. Su abuelo Muhammad Khashoggi había sido el médico personal del rey Abdulaziz al Saud. Khashoggi estaba emparentado con dos personajes de fama internacional. Su tío Adnan Khashoggi llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo en los años 80, después de convertirse en un prominente vendedor de armas estadounidenses para los países del Medio Oriente. La tía de Jamal, Samira Khashoggi, se casó con Mohamed Al Fayed, el padre de Dodi Al Fayed, quien era primo de Jamal y el novio de la princesa Diana del Reino Unido al momento de la muerte de ambos en un accidente automovilístico en París. 

El periodista se convirtió, incluso, en asesor de miembros de la realeza saudí y de funcionarios de alto rango, pero con la llegada de la Primavera Árabe en 2010 comenzó a distanciarse de las políticas represoras, la falta de libertad y el ultra conservadurismo religioso que aún impera en Arabia Saudita. Desde sus posiciones directivas y columnas en periódicos, comenzó a emitir críticas al gobierno. Khashoggi reclamaba un país más democrático. 

Con la designación de Mohammed bin Salman como príncipe heredero y su nombramiento en los cargos de viceprimer ministro, ministro de defensa y presidente de los consejos de asuntos económicos y políticos, comenzaron las purgas y los arrestos de disidentes, muchos de los cuales eran colegas y amigos de Khashoggi, quien también comenzó a sentir la persecución. Le cancelaron su columna, fue amedrentado por sus opiniones en Twitter y las amenazas no se hicieron esperar. Entendió que era hora de huir.

En junio de 2017 se mudó a Estados Unidos donde continuó su disidencia y sus cuestionamientos sobre la monarquía desde el prestigioso periódico The Washington Post, propiedad del multimillonario Jeff Bezos, el dueño de Amazon. Escribía sobre la censura y la persecución contra sus colegas en Arabia Saudita.

El último artículo de Khashoggi publicado en The Washington Post https://wapo.st/3bQl2ND

Un juicio a puertas cerradas

El gobierno turco compartió las grabaciones de audio de los últimos minutos de Khashoggi dentro del consulado con Estados Unidos, algunos países europeos y funcionarios sauditas. La comunidad internacional, incluyendo la Unión Europea, la ONU y gobiernos de diferentes países hicieron llamados para que se realizara una investigación independiente que identificara a los culpables de semejante atrocidad. 

Las Naciones Unidas enviaron a Turquía a su relatora especial sobre ejecuciones extrajudiciales sumarias o arbitrarias, la francesa Agnes Callamard, para recabar las evidencias y testimonios. Muchos dedos ya apuntaban directamente al príncipe bin Salman como el autor intelectual.

Ante la evidencia arrolladora, a los sauditas no les quedó más remedio que anunciar arrestos y despidos de quienes participaron directamente en el macabro plan para asesinar a Jamal. 

En Arabia Saudita se enjuiciaron bajo un total sigilo a 11 personas. No se divulgaron sus nombres ni tampoco se permitió el acceso del público, en un proceso fuertemente criticado por las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Cinco de los acusados fueron sentenciados a la pena de muerte, mientras que tres recibieron penas entre 7 años y 10 años de cárcel. Los tres restantes fueron exonerados: el cónsul saudita en Estambul, el subjefe de los servicios de inteligencia y el consejero de la corte real, estos dos últimos señalados como los planificadores del crimen.

Los hijos de Khashoggi perdonaron a los asesinos de su padre, un perdón que bajo la ley islámica, los salvó de la pena de muerte por decapitación. Sus condenas fueron conmutadas a 20 años de prisión. Turquía hizo lo propio y procesó en ausencia a los implicados.

El gobierno del expresidente Donald Trump impuso sanciones a 17 funcionarios sauditas involucrados en el crimen del periodista, al prohibirles viajar a Estados Unidos, hacer negocios con ciudadanos estadounidenses y congelar sus bienes. Además del exjefe de inteligencia, los sancionados eran militares que trabajaban para MBS en las fuerzas especiales, una unidad de la guardia real saudita que se encarga de la protección del príncipe y que está bajo su control.  

Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Francia tomaron medidas similares a las de Estados Unidos. El príncipe respiró tranquilo y no fue objeto de ninguna sanción.  

El autor intelectual

En junio de 2019, la relatora especial de la ONU, Agnes Callamard, publicó su informe sobre el crimen de Khashoggi en el que asegura que hay “evidencia creíble que justifica una investigación adicional de la responsabilidad individual de los funcionarios saudíes de alto nivel, incluida la del príncipe heredero”.

Declaraciones de la relatora especial de la ONU sobre el informe https://bit.ly/3toQ1q5

Pero Trump hizo caso omiso de los resultados de este informe y de sus propios reportes de inteligencia, y a los pocos días coincidió con MBS en la cumbre del G-20 en Japón. En el encuentro internacional, como si el crimen de Jamal no hubiese consternado al mundo, le dijo: “Es un honor estar con el príncipe de Arabia Saudita, mi amigo, un hombre que ha hecho realmente cosas en los últimos 5 años en términos de la apertura de Arabia Saudita. Lo quiero felicitar, usted ha hecho realmente un trabajo espectacular”.

Con la publicación del informe de inteligencia que asegura que el príncipe aprobó la operación para capturar o matar a Jamal Khashoggi, y su negativa a sancionarlo directamente, el gobierno de Biden se queda muy corto al cumplir una de sus promesas de campaña.  

“Lo pondré muy claramente. No les vamos a vender más armas. Los vamos a hacer pagar el precio y efectivamente los vamos a convertir en los parias que son”, dijo el entonces candidato presidencial Biden en un debate durante las primarias demócratas en noviembre de 2019.

¿De qué sirve confirmarle al mundo que un individuo fue quien ordenó cometer un crimen horripilante y no hacer nada para llevarlo ante la justicia y que asuma su responsabilidad?

El príncipe saudita ha rechazado las conclusiones que lo señalan como el autor intelectual de la muerte de Khashoggi. Ha dicho que aunque tiene una responsabilidad moral, no estuvo involucrado en el operativo que terminó con un crimen horrendo y que ha tomado las acciones necesarias para evitar que una tragedia como esa se repita.

Reseña del informe de la Fiscalía saudí donde se exonera de culpa a bin Salman https://bit.ly/30JaZno

El aliado estratégico

Varios congresistas demócratas y republicanos, activistas de los derechos humanos y organizaciones internacionales cuestionaron la falta de sanciones para MBS. Quieren ver al príncipe respondiendo formalmente ante la justicia y fuera del poder o, por lo menos, que su padre el rey Salman bin Abdulaziz, reconsidere su decisión de nombrarlo heredero al trono. 

¿Por qué no prohibirle directamente la entrada a Estados Unidos, congelarle sus cuentas bancarias millonarias, vetarlo para hacer transacciones en el país y presentarle cargos criminales?

Algunos sugirieron excluirlo de conferencias internacionales organizadas en Estados Unidos y prohibir sus contactos con cualquier funcionario estadounidense, pero nada de eso ha ocurrido. Por ahora, el poderoso príncipe tendrá solo un inconveniente: cuando decida viajar a Estados Unidos, deberá cambiar de guardaespaldas, porque los suyos están sancionados.

Mohammed bin Salman parece intocable. El gobierno de Biden solo se atrevió a publicar el reporte, del que sorpresivamente a los pocos días de haber sido difundido, se excluyeron los nombres de tres hombres señalados como cómplices del brutal asesinato de Jamal Khashoggi: Abdulla Mohammed Alhoeriny (hermano del ministro encargado de la Presidencia de Seguridad del Estado), Yasir Khalid Alsalem e Ibrahim al Salim, de quienes se sabe muy poco. También indicaron que han puesto a 76 ciudadanos sauditas, miembros de la guardia real, allegados al príncipe y responsables de la persecución a disidentes, en la lista de los sancionados por Estados Unidos.

Reseña sobre las modificaciones realizadas al informe de la CIA https://cnn.it/3vwwtCe

Y aunque Biden ha suspendido el envío de miles de millones de dólares en armas hacia Arabia Saudita, le ha dado luz verde al envío de “armas defensivas”, además de autorizar la continuación de ejercicios militares conjuntos. No olvidemos que Estados Unidos tiene instalaciones militares en ese territorio y que son aliados desde hace 75 años.

La monarquía saudí necesita alimentar su guerra en Yemen, pero Biden quiere acabarla. Los sauditas comandados por el príncipe, quien también es el ministro de defensa, han emprendido una cruenta ofensiva contra los rebeldes hutíes, acusados de atacar instalaciones estratégicas sauditas con el respaldo de Irán, el enemigo geopolítico del reino y también de Estados Unidos.

La guerra en Yemen es vista como una catástrofe humanitaria con más de 100.000 muertos, cuatro millones de desplazados y otros tantos al borde de una hambruna ante el bloqueo de puertos y aeropuertos por parte de las fuerzas lideradas por el príncipe MSB, lo que ha impedido la llegada de ayuda humanitaria.

Los grupos defensores de los derechos humanos han pedido que se suspenda la venta de todas las armas, no solo las ofensivas, hasta que los implicados en la muerte de Khashoggi enfrenten la justicia, incluido el príncipe.

Intereses geopolíticos, valores suspendidos

La Casa Blanca ha dicho que quiere “recalibrar” sus relaciones con la monarquía saudí. Debido al aumento de su producción petrolera y otras fuentes de energía renovable, Estados Unidos ya casi no le compra petróleo. De dos millones de barriles diarios en mayo de 2003, las importaciones descendieron a 100.000 barriles en diciembre pasado.   

Sin embargo, el gobierno de Biden considera que Arabia Saudita es un socio crucial para contrarrestar el terrorismo y detener las aspiraciones expansionistas de Irán en el Medio Oriente. Además, el país alberga los sitios más sagrados para el mundo musulmán: la Meca y Medina. 

Sin lugar a dudas, Biden no quiere antagonizar con el reino. Su secretario de Estado lo dejó bien claro: “Tenemos significativos intereses continuos. Permanecemos comprometidos con la defensa del reino”. 

Los intereses estratégicos prevalecieron por encima de lo que el propio Biden dijo cuando se cumplió el segundo aniversario de la muerte del periodista de The Washington Post. “Nos aseguraremos que Estados Unidos no deje sus valores en la puerta para vender armas o comprar petróleo. El compromiso de Estados Unidos con los valores democráticos y los derechos humanos serán una prioridad, incluso con nuestros aliados en seguridad más cercanos. La muerte de Jamal no será en vano y se lo debemos a su memoria en la lucha por un mundo más justo y libre”.

Las promesas electorales de Biden relacionadas con Arabia Saudita https://bit.ly/2P1yPZ2

El gobierno estadounidense ha dicho que se reserva el derecho de sancionar al príncipe MSB si es necesario en el futuro. A lo mejor las instancias judiciales se pronuncian antes, si prosperan las demandas contra el príncipe presentadas en una corte de Washington por Hatice Cengiz y la organización Dawn, fundada por Khashoggi, y otra querella de la organización Reporteros Sin Fronteras ante la justicia alemana.

Biden está desperdiciando una oportunidad para acabar con su hipocresía en la lucha por la defensa de los derechos humanos y por la libertad de expresión. Los hechos evidencian que los valores se quedan en la puerta cuando están en juego los intereses estratégicos de Estados Unidos. 

Es crucial que quien es acusado de ordenar el asesinato de Khashoggi responda ante la justicia. De lo contrario, la muerte del periodista se sumará a la larga lista de crímenes de Estado cobijados por la impunidad con la que operan a sus anchas algunos gobiernos democráticos, regímenes autoritarios y despiadados dictadores.

7 Comments

  1. Excelente artículo muy completo … como siempre muy buen trabajo periodístico… la felicito!!!!

  2. Justicia para el periodista asesinado. El responsable de tan horrendo crimen no puede ser heredero de ningún trono y debe ser llevado ante los estrados judiciales.

  3. Excelente artículo. Muy cmpleto, es muy lamentable que primen los intereses de los gobiernos por encima de los Derechos Humanos y en especial por sobre la justicia ante tan horrendo crimen. Ojalá se rectifique y se sancione al autor intelectual y su padre lo destituya como heredero al trono.

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